29/1/12

GERMINADOS, CÓMO HACERLOS EN CASA




Los germinados se pueden producir y conservar en nuestra propia casa de forma sencilla:

1. Poner en remojo las semillas en un frasco de cristal. Se cubrirá con una gasa sujeta por una goma elástica. Deben ser semillas de alta calidad biológica que no hayan sido tostadas o congeladas y el recipiente debe ser necesariamente de vidrio y de boca ancha. Se puede utilizar cualquier semilla, las más apreciadas son las de soja verde, alfalfa, trigo, cebada, avena, calabaza, girasol, sésamo, berro y rabanito. El tiempo de remojo oscilará entre 8 a 15 horas dependiendo de la dureza de la semilla

2. Transcurrido el tiempo de remojo se quita el agua y se enjuagan las semillas.

3. Se deja el frasco en un lugar cálido y oscuro. Debe procurarse que esté inclinado para facilitar la salida del exceso de agua. Mantener las semillas húmedas porque mucha agua o poco aire podrían crear hongos y moho.

4. Dos o tres veces al día es necesario enjuagar los granos escurriéndolos posteriormente y colocando el bote de nuevo boca abajo. Esto deberá hacerse entre 2 y 5 días, momento en el que comienzan a verse los brotes.

5. Cuando los brotes tengan 2 o 3 cms. de largo se expondrán a la luz solar indirecta durante unas 2 horas para que las hojas se pongan de color verde, es decir, para que se forme la clorofila, favoreciendo el aumento de la vitamina C.

6. Terminado el proceso de germinación los brotes se pueden guardar en la heladera, bien escurridos y secos, donde se conservarán sin problema durante más o menos una semana, se recomienda hacer cantidades frecuentes de germinados, porque tienden a hacerse rancios al guardarlos por mucho tiempo

Cualquier semilla de leguminosa o grano de cereal puede ser germinado, aunque, los más apreciados por su ternura y buen sabor son los brotes de: legumbres (porotos mung, soja, alfalfa), cereales (trigo, cebada) y también de berro, rábano, calabaza, girasol, lino, sésamo, etc. El sabor es variable, por ejemplo el de alfalfa es muy agradable, el de mostaza es el mas picante y el de trigo tiene sabor dulce por los carbohidratos que contiene.

Respecto de su consumo es mejor comerlos crudos, porque la cocción destruye gran parte de su contenido nutricional. Pueden incluirse en una variedad de platos, como en ensaladas, salteados, o formando parte de diversos preparados cocidos, en estos se recomienda añadirlos al final para que no pierdan sus propiedades.


¡Que aproveche!


Más sobre germinados AQUÍ

19/1/12

LOS ADITIVOS ¿ES SEGURO LO QUE COMEMOS?



En el manual de Esteban Cabal "Guía de los aditivos usados en alimentación" tenéis una amplia información sobre todos los aditivos utilizados en España. (Mandala Ediciones).
Podéis ver una lista de estos aditivos y más información pinchando aquí

17/1/12

SOMOS LO QUE COMEMOS



Somos lo que comemos... y seremos lo que hayamos comido. De una alimentación adecuada en cada etapa de la vida, depende la salud y el bienestar de cada persona. La conveniencia, el precio, la presentación, son, entre otras, las fuerzas que hoy impulsan nuestra dieta. Pero, ¿cuál es el verdadero coste de lo que elegimos comer cada día?
El cuerpo humano esta compuesto por algo así como 1000 billones de células, bastante más que todas las estrellas que componen nuestra Galaxia. De todas estas células 600,000 millones mueren cada DIA siendo reemplazadas por igual número. Es decir, cada segundo nuestro cuerpo regenera más de 10 millones de células. Una célula normal de la piel vive solo dos semanas aproximadamente; las de los huesos se renuevan cada tres meses. Cada 90 seg. Se sintetizan millones de anticuerpos, cada uno con unos 1200 aminoácidos, y cada hora se regeneran 200 millones de eritrocitos. Los glóbulos rojos se renuevan cada ciento veinte días. Las células de nuestros huesos viven unos diez años.
Cada célula de nuestro cuerpo se regenera, en promedio, cada siete años. No todas tardan el mismo tiempo.

Todas nuestras células, para sobrevivir, deben alimentarse; la salud de estas estructuras depende de la recepción de los nutrientes que necesitan para funcionar. Lo que comes determina lo que la sangre transporta a las células, ya sea toxinas o nutrientes. La sangre transporta estos nutrientes a las células y absorbe los productos de desecho. La sangre recibe estos nutrientes de los alimentos que ingerimos recogiéndolos principalmente de las paredes intestinales. La sangre se limpia de los productos de desecho que recoge de las células por medio del hígado y de los pulmones.

El punto más importante de recordar es que la sangre es neutral en el sistema de transporte, sí comes alimentos que son tóxicos, la sangre recogerá esas toxinas y las llevará a las células tal y como si fueran nutrientes. Si existe alguna deficiencia en los alimentos que comemos la sangre simplemente llega a las puertas de la célula con las “manos vacías”.

Así que lo que comes determina lo que la sangre transporta a las células ya sea toxinas o nutrientes, y será es la base de las nuevas células, lo que nos convertirá en lo que hayamos comido.

Según la Epigenética es cierto que somos lo que comemos, activamos y desactivamos nuestros genes en función de nuestra dieta. Mediante los alimentos controlamos nuestra apariencia, nuestra conducta y nuestra salud, a veces para toda nuestra vida, e incluso para nuestros descendientes. Los científicos tienen ya evidencias de los cambios químicos que ocurren en la cadena de ADN y los mecanismos que activan o desactivan a los genes. Más concretamente, se ha descubierto que ciertos alimentos pueden llegar a modificar nuestro material genético para siempre. De hecho, un hospital en Holanda guarda archivos que prueban que decenas de embarazadas que consiguieron sobrevivir al hambre y la guerra de 1944, tuvieron hijos que a muy temprana edad enfermaron de cáncer, diabetes y enfermedades cardiovasculares, que a su vez han tenido descendencia con propensión a estas enfermedades. Todo apunta a que el hambre reprogramó los genes de las jóvenes madres y esto fue transmitido a sus hijos e incluso a sus nietos.

¿Qué comen los vegetales que comemos?
Dentro de un amplísimo abanico de posibilidades, encontramos dos extremos:

•Por un lado podemos encontrar vegetales de temporada que no han necesitado ni un sólo gramo de química ni transgenia para nacer, crecer y desarrollarse. El suelo donde se han cultivado es un suelo limpio, regenerado naturalmente por el propio ecosistema, incluso con alguna temporada de “descanso” y, por qué no tenerlo en cuenta también, cultivado desde la dedicación y el amor diario del campesino -no debemos olvidar que las emociones también se transmiten a las plantas-.

•Por otro lado podemos comer vegetales de otras temporadas, sin tener para nada en cuenta el ciclo solar y los ciclos lunares. Dichos vegetales se han mantenido refrigerados durantes meses, recogidos antes de tiempo y madurados con gas etileno, modificados genéticamente para soportar algunas plagas y mostrar mejor aspecto -incluso para cambiarles el color-, cultivados en un suelo con tierra tratada químicamente y nutrientes artificiales, y cargados hasta los topes de pesticidas, sulfatos, etc.

¿Qué comen los animales que comemos?

Al igual que en el caso de los vegetales, también hay muchas posibilidades intermedias a las dos siguientes:

•Animales que han vivido en libertad, que han podido moverse, que han vivido de día y han dormido de noche, que han comido lo que han ido encontrando en el campo -también de temporada y natural-, que no han sido tratados hormonalmente ni farmacológicamente, que han gozado de una vida sana y que se han sacrificado de una manera digna -aunque para muchos esto del “sacrificio digno” pueda parecer contradictorio, en la naturaleza pasa todos los días. Es parte de la cadena-.

•Animales que han vivido en cautiverio -por ejemplo, en el caso de los pollos, hasta más de 25 por metro cuadrado-, que no han podido moverse, que han sido torturados a vivir despiertos de día y de noche, que han sido engordados hasta la obesidad y tratados hormonalmente, alimentados con soja y maíz transgénicos, que han vivido una vida malsana e infeliz y que han sido sacrificados sin ningún tipo de remordimiento y en unascondiciones nefastas.

¿Qué comemos nosotros?

Sí, ya lo sé. A primera vista comemos tomates, pollos, lechugas, salchichas, huevos y manzanas. Pero no se queda ahí la cosa. Cuando comemos, comemos lo que comemos, a la vez que nos comemos todo lo que ellos han comido, o mejor dicho, todo lo que esos vegetales y animales han vivido -enfermedad e infelicidad incluídas-.

No es hablar por hablar. Hasta aquí todo ha quedado muy bonito, muy romántico. Pero detrás de estas afirmaciones hay ciencia que está demostrando desde hace tiempo los efectos nocivos que provocan, por ejemplo, los pesticidas de los vegetales en nuestro tracto digestivo y nuestra flora intestinal, así como los antibióticos con los que han sido tratados aquellos pollos, los cuales también acaban circulando por nuestro torrente sanguíneo.

Mucho se ha hablado de los riesgos que conlleva una dieta rica en carne, y consecuentemente se ha aconsejado que se reduzca considerablemente su consumo, hasta tal punto que muchos han optado por el veganismo. Incluso se han publicado libros como “El estudio de China” donde se relaciona directamente el consumo de carne con enfermedades cardiovasculares, diabetes o cáncer. Otra de las cosas que hay que
preguntarse es cómo sobreviven y viven decenas de años todas las especies carnívoras del planeta…

El problema de la carne no es en sí la carne. El hombre es omnívoro y puede comer carne, y si tenemos enzimas digestivas que metabolizan ciertas proteínas, será porque podemos comerlas -no como el gluten o la caseína, por ejemplo-. La enfermedad originada en nuestra carne proviene de la alimentación y el estilo de vida con los que han sido “fabricados” nuestros animales, nuestro alimento. Y esto, por supuesto, se transmite.

Curiosamente, la carne más tóxica y contaminada, con más mala fama y menos recomendada es la carne roja. Curiosamente también es esa carne, esos animales, tales como la ternera o el potro, los que son alimentados, como nosotros, a base de piensos de cereal, los cuales también en ellos promueven la aparición de nuestro gran enemigo, la inflamación, y con ella toda esa lista de enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, etc., cuando estos animales están diseñados biológicamente para alimentarse básicamente de pasto. Y otra vez, curiosamente, los animales alimentados con pasto y no con cereales padecen muchas menos enfermedades, por lo que tampoco necesitan todos esos tratamientos farmacológicos diarios que se suministran en las… ¿granjas?… mejor dicho, fábricas de carne.

Lo más curioso de todo parece ser que tanto a nosotros como a los animales se nos alimenta con productos que nos hacen enfermar, y de ese modo la industria farmacéutica tiene clientela de por vida, por no hablar de la relación entre ese tipo de consumo -cereal y el sector energético y petrolífero.

Ecológico, orgánico, biológico,…

Es recomendable una dieta basada en vegetales, frutas y frutos secos, con cereales y legumbres. De todos modos, más allá del tipo de alimentación por el que cada uno opte, es momento de tomarse más en serio de dónde vienen los alimentos que consumimos, cómo se producen, cuándo se cultivan -¿se respetan los ciclos biológicos?-, etc.

La elección y la responsabilidad, como siempre, son sólo de cada uno.




16/1/12

PESTICIDAS, DETERGENTES, PLÁSTICOS Y OTRAS HORMONAS.



Os recomiendo muy encarecidamente que veáis este video. El Dr. Nicolás Olea, Catedrático de Medicina en la Universidad de Granada, y su equipo de investigación, están demostrando que nuestra salud está seriamente comprometida debido a los tóxicos químicos que nos rodean a diario y que ingerimos con la alimentación.

Pesticidas que fueron prohibidos ya en 1985 como el DDT, de uso muy frecuente en agricultura e incluso en “tratamientos capilares” para combatir los piojos, siguen saliendo en los análisis químicos de las personas estudiadas, lo cual demuestra claramente que este tipo de sustancias perduran en el tiempo y en el organismo. Los modernos pesticidas; revestimientos como los utilizados en sartenes, latas de conserva, y tejidos especiales para soportar el frío y el fuego; botellas de plástico para bebidas; la perfumería, la cosmética y la higiene personal; son parte de los campos habituales de utilización de multitud de químicos tóxicos.

Ya hace unos años se prohibió el uso de los biberones plásticos que tuvieran Bisfenol A en su composición porque al ser calentados bien en el microondas o por añadirle agua hirviendo, se descomponía desprendiendo dicha sustancia tóxica.
¿Qué tóxico influye de una forma determinada en tal enfermedad? No parece que existan muchos estudios sobre ello para establecer una relación directa, sin embargo, sí pueden llegar a determinar que en función de los niveles de intoxicación: puede afectar al óptimo funcionamiento hormonal llegando a provocar alteraciones en el tiroides; retraso en el crecimiento; disminución de la fertilidad; alteración metabólica debido a las propiedades endógenas (aumento de las hormonas femeninas) de algunas de esas sustancias; incidencia en diversos tipos de cáncer etc. (enfermedades muy comunes todas ellas entre la población actual).
Por favor, actuemos en consecuencia dentro de nuestras posibilidades y minimicemos este riesgo que es individual y colectivo.

12/1/12

SEGÚN SEA TU ALIMENTO...



¿Para qué comemos?

La pregunta tiene muchas respuestas. Pareciera obvio que para aportar nutrientes al cuerpo. Sin embargo hay gente (y cada vez son más), que con una preparación adecuada, pueden vivir sin ingerir alimentos físicos (respiracionismo o inedia). Esto no es algo nuevo, pues los antiguos yoguis hindúes practicaban esto de vivir del prana, solo practicando técnicas de respiración. Prana es una palabra en sánscrito que hace referencia a "lo vital", la fuerza de las cosas vivas y la energía vital en el proceso natural del universo. A través de técnicas de respiración (pranayama) es posible controlar los flujos de prana o energía vital de nuestro organismo. Actualmente se están difundiendo los movimientos respiratorianos y también técnicas para nutrirse mediante la captación de fotones del sol, desarrollando celularmente la misma capacidad que tienen los vegetales para captar energía lumínica (fotosíntesis).

Más allá de conceptos y prácticas que exigen cierto nivel de preparación y pueden parecernos radicales, esto demuestra que es posible vivir sin nutrientes de estructura física y que en realidad el alimento cumple una función vibracional. Como se sabe, las células funcionan e intercambian información, resonando en una frecuencia electromagnética perfectamente medible.

Por lo tanto, la función del alimento es vitalizar y garantizar dicho metabolismo energético, basado en fenómenos de transmutación biológica, sintonización y resonancia entre órganos y alimento. En definitiva el cuerpo humano (saludable) resuena en una determinada frecuencia oscilatoria (entre 6.200 y 7.000 Ä). Las mediciones vibracionales del alimento permiten verificar que hay sustancias nutricias que resuenan por encima o por debajo de dicha frecuencia.

Al ingerir alimentos de igual o superior longitud de onda, el cuerpo no tiene dificultades en metabolizarlo y generar los fenómenos de intercambio, beneficiándose del aporte. Cuando ingerimos alimentos de inferior oscilación vibratoria, el organismo se ve perjudicado, pues debe elevar dicha frecuencia, a fin de establecer el adecuado intercambio metabólico.

Si este último tipo de alimentos se hace abundante y cotidiano, a largo andar el cuerpo se agota, baja su frecuencia, se desvitaliza y comienza a resonar en niveles inferiores, que son justamente los que emite una persona enferma (4.800 Ä en el caso de pacientes con cáncer) y en los cuales se desarrollan virus y parásitos.

De allí la importancia de nutrirse prevalentemente de alimentos superiores, como frutas, hortalizas y semillas (si son activadas mejor aún), que resuenan por encima de los 8.000 Ä y por tanto vitalizan al organismo, evitando el ámbito para el desarrollo del desorden energético, que luego se traduce en enfermedad, envejecimiento prematuro y muerte.

Al comer una hoja de rúcula lo que hacemos es recibir la energía lumínica que el vegetal captó y convirtió en energía química (clorofila). Al exponer dicha hoja al fuego, alteramos ese patrón ordenado y obligamos al cuerpo a elevar dicha frecuencia, para poder resonar y metabolizar adecuadamente. Por ello la importancia de destruir y alterar lo menos posible nuestro alimento cotidiano, concentrándonos, por el contrario, en procesos que lo vivifiquen y eleven vibratoriamente.

Esa es la mejor forma conocida para revertir y evitar situaciones de desorden y enfermedad. Si bien desarrollaremos a través de los contenidos, un enfoque de depuración y de nutrir sin ensuciar, considerado un primer escalón en este proceso consciente, entonces luego estaremos en condiciones de abordar este nivel ulterior y vitalizante.

Más allá de los beneficios en salud y rejuvenecimiento, esta propuesta generará otros efectos positivos a nivel de pensamientos y actitudes. Como dijera un conocido maestro espiritual: “Según sea tu alimento, así será tu mente; según sea tu mente, así será tu pensamiento; según sea tu pensamiento, así será tu actitud”.

En definitiva, somos lo que comemos, también a nivel emocional, intelectual y espiritual.



11/1/12

SUPER SIZE ME

Muestra la evolución de Spurlock durante 30 días, Los cuales subsiste en su totalidad exclusivamente de McDonald’s. El espectador puede comprobar los efectos que tiene este estilo de vida en la salud física y psicológica. En el film también se explora la influencia de las industrias de la comida rápida, incluyendo la forma en que se alimenta a la mala nutrición para su propio beneficio. Durante el rodaje, Spurlock comía en los restaurantes McDonald’s tres veces al día, llegando a consumir un promedio de 5000 kcal diarias (el equivalente de 9,26 Big Macs).
Antes del inicio de este experimento, Spurlock tomaba una dieta variada. Era sano y delgado, y medía 188 cm de altura con un peso de 84,1 kg. Después de treinta días, obtuvo una ganancia de 11,1 kg, un 13% de aumento de masa corporal aumentando su índice de masa corporal desde 23,2 (dentro del rango sano 19-25) a 26 (sobrepeso). También experimentó cambios de humor, disfunción sexual y daño al hígado. Spurlock necesitó catorce meses para perder el peso que había ganado.


Super Size Me (Subtitulado)

9/1/12

CREMA DE ZANAHORIA


5 zanahorias
1 pimiento rojo de asar
1 cebolla grande
Aceite de oliva virgen extra
Sal marina o del Himalaya

Se trocea todo y se pone en la cacerola con un poco de aceite.
Una vez pochado se le pone la sal y se le añade un poco de agua (al gusto, según se quiera más cremoso o más líquido), y se pasa por la batidora.
Y listo!
Más fácil, más sano y más rico imposible!

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